Navegar con bandera negraEl terrible asalto del legendario pirata Laurens de Graaf al golfo de México, siglo XVIIJosé Medina González DávilaEl viento inflaba las velas trayendo consigo el cálido aroma del Caribe. El averiado pero orgulloso navío se dirigía a Cartagena conducido por una tripulación que había logrado una hazaña de proporciones casi imposibles y hasta ese momento inaudita. En la toldilla de popa, realizando una experta navegación refinada por los años pasados en el mar, se encontraba el comandante de semejante buque, quien bajo la bandera negra era conocido por la Corona española como Lorencillo. Era diciembre de 1688 cuando este danés, Laurens Cornelis Boudewijn de Graaf, acababa de hacer historia y sembrar la semilla de una leyenda náutica.
Armada de BarloventoEn 1635 nace la poderosa flota naval para resguardar las riquezas del imperio español en el Caribe y golfo de MéxicoMarco VillaEmbarcada de lleno en su empresa de mantenerse como el imperio más poderoso del mundo, la monarquía hispánica concibió la idea de crear una flota de embarcaciones fija en las costas del Caribe en la recta final del siglo XVI, con el fin de que protegiera sus posesiones ultramarinas en la zona del avance de los franceses e ingleses, así como de los ataques piratas.
La bandera roja de AcaponetaEl despiadado ataque filibustero al Pacífico novohispano, 1688José Medina González DávilaEra un mundo diferente al atardecer del 4 de diciembre de 1688, en la desembocadura del río Acaponeta. El buque holandés La Chavale tiraba su ancla para dar paso al desembarco en lanchas de su tripulación. Al mando de un enigmático hombre conocido en los archivos virreinales como Francisco Franco, un grupo de filibusteros de diferentes nacionalidades y orígenes se dirigía a atacar uno de los asentamientos más importantes de la Nueva España: Acaponeta, en el actual estado de Nayarit.
Corsarios en el Mar del SurA la caza de las riquezas españolas desde el siglo XVIGerardo Díaz FloresEl propósito de Thomas Cavendish en 1587 fue claro desde que partió de Inglaterra: tomaría el famoso galeón de Manila o nao de China –como fuese que le nombraran los españoles en ese momento–, el gran barco encargado de transportar la riqueza de las colonias asiáticas a la Nueva España. Cañonearía, abordaría y escurriría la sangre necesaria. El esfuerzo bien lo valía: se trataba del segundo inglés que intentaría tal hazaña. Al primero, Francis Drake, ahora debían llamarlo sir, gracias a las ganancias económicas y el prestigio conseguidos en un asalto similar.
La legendaria isla de la Tortuga y los piratas del CaribeEl famoso refugio que flota entre la historia y la ficciónLuis Arturo SalmerónImpregnada de la niebla misteriosa que le han brindado decenas de relatos y leyendas, la isla de la Tortuga es uno de los lugares donde la historia y el mito se entrelazan estrechamente: refugio de piratas, nido de bucaneros, puerto casi inexpugnable desde donde la utopía anárquica de los filibusteros resistía a la civilización occidental en el Caribe.
El affaire de Mariano Arista y Carmen ArredondoEl romance que provocó un escándalo político en 1852Edwin AlcántaraLa oscura noche del 7 de agosto de 1855, el vapor inglés Tagus, mecido por el apacible y brumoso mar que acariciaba las costas de Lisboa, llevaba al moribundo general Mariano Arista hacia Marsella junto con sus esperanzas de encontrar en Francia alivio a su quebrantada salud. ¿Habrá pensado con dolor en su patria lejana que lo obligó a exiliarse en Europa tras haber renunciado a la presidencia, en enero de 1853, ante el avance de la revolución iniciada en Guadalajara en la que los resentidos santannistas pidieron su remoción con el Plan de Hospicio y clamaron por el regreso de su antiguo rival, el ilustre exiliado de Turbaco, Antonio López de Santa Anna?
Madona de la CanciónLa increíble vida de la compositora María Grever (1885-1951)Ricardo Lugo ViñasEn los andenes de llegada de la estación de ferrocarril de Ciudad de México, un tumulto de personas y la prensa se encuentran expectantes ante el arribo de un tren procedente de Tijuana. Corre 1929, año álgido, de tensiones políticas y de fundaciones importantes. La Escuela Nacional de Música de la UNAM acaba de ser erigida; su cuartel se levanta bello y orondo: el Palacio de los Mascarones, en la colonia Santa María la Ribera, a unas cuantas calles de Buenavista, donde el esperado convoy donde viaja María Grever está por llegar.
Medio Oriente en MéxicoLos libaneses y su aporte a la cultura y la economía nacionales, 1880-1950Rebeca Inclán RubioA partir de la segunda mitad del siglo XIX, la llegada masiva de inmigrantes al continente americano fue resultado del colapso de tres grandes imperios europeos: el austrohúngaro, el otomano y el ruso. El arribo de extranjeros a México en este periodo no fue fortuito, sino que respondió tanto al control que estableció el vecino país del norte respecto al número de inmigrantes que recibía, como al proyecto de nación avalado por los liberales y enérgicamente impulsado en las administraciones de Porfirio Díaz y Manuel González, quienes favorecieron la llegada y permanencia de colonos e inmigrantes y establecieron un marco legal para su regulación.
Los pueblos y sus cronistasVíctor Hugo Valencia ValeraEl patrimonio cultural es una herencia colectiva, un capital social no renovable, y como tal su destino está en manos de las comunidades y las estructuras de gobierno más cercanas a ellas en los municipios. Como toda herencia, podemos invertir ese capital adecuadamente y asegurar que multiplique su valor y que garantice a las siguientes generaciones un potencial de desarrollo. O podemos abandonarlo y perder no solo uno o muchos signos y reflejos de identidad, sino también un detonante del desarrollo económico que hoy brindan los elementos culturales vistos a través de la arquitectura, el entorno natural, la gastronomía, la música, la artesanía, entre otros aspectos.
La crítica política de un caricaturista liberalJesús Alamilla (1847-1881)José L. Cervantes GarcíaYa libres de conservadores e invasores franceses, en el México del último tercio del siglo XIX emergió una generación de críticos que denunció ante la sociedad los errores de los nuevos gobiernos y sus colaboradores. A través de sus caricaturas, Alamilla satirizó los vicios políticos tanto de Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada como de Porfirio Díaz.